DMPDV- Despertador de Babú

¡¡RIIING!!
El despertador de Vainilla rompió el silencio a las siete, tan puntual como de costumbre. Y como de costumbre, provocó un mieditemor a todos. Salvo a Babú, naturalmente. Ella siguió durmiendo como un lirón. Nadie entendía como no oía ese ruido ensordecedor. Yo dormía en mi cama, bajo una sólida estantería de libros; la cama de Vainilla, en cambio, estaba colocada en un hueco de paredes de madera de nuestra habitación. Ese rincón creaba una caja de resonancia perfecta: parecía que en vez de sonar un despertador, estuviera tocando una orquesta.
Estaba esperando con ansia a que Felí se dispusiera a salir de su tarro. Jejeje. Había enroscado mientras dormía la tapa de su tarro.
-¡BABÚ, DESPIERTATE!-grité desde mi cama-. ¡MAMÁ, BABÚ NO APAGA EL DESPERTADOR!
-¡ARRIBA, NIÑAS!-nos dijo mamá desde la cocina.
-¡ABRIDME, ABRIDME!-gritaba Felí desde el tarro.
-Cariño, ¿dónde están mis calcetines azules? ¿Y POR QUÉ NADIE ACABA CON ESE RUIDO?-chilló papá desde su cuarto.
Pero nadie conseguía despertar a Babú.
Yo no aguantaba más y al décimo ring perdí la paciencia. Tiré con fuerza la almohada a Vainilla, quien, con ella sobre los ojos, alargó por fin una mano y acalló aquel estruendo.
-¡Lávate las orejas, Babú!-gruñí.
-¡Pff! -fue la única respuesta.